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TEMA 1: DISCIPLINA POSITIVA


Es urgente encontrar un equilibrio entre el abordaje/acompañamiento de los procesos de enseñanza - aprendizaje de las áreas académicas y el abordaje/acompañamiento de los procesos de enseñanza - aprendizaje de los ámbitos socioemocionales. Considerando que es importante acompañar los procesos socioemocionales para el desarrollo y potenciación de habilidades/herramientas sociales, emocionales, de autogestión y autorregulación, que faciliten una convivencia respetuosa, responsable, justa y equitativa. En esa línea, es importante implementar estrategias que lo permitan, de ahí, que la disciplina positiva, sea una vía, ya que su práctica contribuye a desarrollar habilidades socioemocionales saludables, tales como la empatía, la asertividad, la resiliencia, entre otras, fomentando así relaciones basadas en el respeto mutuo, según Nelsen (2015).

Pero ¿Qué es la disciplina positiva?

La disciplina positiva es un enfoque, que se basa en el respeto mutuo y la responsabilidad y anima a los educadores a asumir una actitud firme, pero positiva y afectuosa con sus estudiantes. Para el MINEDUC (2022), la disciplina positiva es una corriente educativa que busca educar al niño a través del respeto mutuo, la empatía, el cariño, la amabilidad y firmeza.

Sobre los objetivos:

  • Entender el comportamiento infantil y juvenil para ofrecer a las familias y docentes herramientas que les permitan educar desde el respeto mutuo. (Grupo SM, 2021).

  • Plantear soluciones alternativas a los pequeños y no centrarse en el castigo, que es entendido como una forma correctiva del mal comportamiento y puede ser eficaz a corto plazo, pero deja de serlo a largo plazo ya que no ofrece las competencias necesarias para que los niños puedan resolver sus problemas.  (Domínguez, s/f).

  • Lograr que los estudiantes se comporten adecuadamente y sigan normas orientando con paciencia, respeto y amabilidad.

La disciplina positiva busca encontrar soluciones a largo plazo, que permitan desarrollar la autogestión del estudiante, su autorregulación y las habilidades sociales que le permitirán convivir durante toda su vida; es decir, la disciplina se practica y se transmite para que los estudiantes sean capaces de desenvolverse por sí mismos en un entorno favorable para la convivencia. Pero también, motiva a los docentes a ser referentes sociales para sus estudiantes.

Anteriormente, cuando se hablaba del término de disciplina, se atribuía a un concepto ligado a autoridad, poder y mando, en el que las leyes se imponían estrictamente sin oportunidad de diálogo, sin embargo, este término hoy en día ya es comprendido desde una visión más amplia y ha sido asociado como un proceso esencial para la transformación del niño como persona. (Nelsen, 2002 citado en Feléz, 2015, 29).

Durrant (2013), por su parte, manifiesta que la disciplina positiva va más allá de reglas o principios, pues corresponde a una actitud, a una forma de pensar,  a lo que desde ChanGo podemos agregar "y actuar" fundamentada en 4 pilares: 

  1. identificar los objetivos a largo plazo,
  2. brindar calidez y brindar estructura,
  3. entender cómo piensan y sienten los niños y niñas y
  4. la resolución de problemas.

Ortega (2014) señala que la disciplina positiva se basa en principios clave, como: las relaciones horizontales, la conexión con la otra persona y su sentimiento de pertenencia, alentar y dar aliento, el equilibrio entre la amabilidad y firmeza, y la visión de los errores como estupendas oportunidades para aprender dentro de una educación a largo plazo.

Dentro del aula, el docente es la figura a quien le corresponde favorecer un entorno adecuado de convivencia y aprendizaje; por tanto, es su función fomentar el establecimiento y cumplimiento de normas, para lo cual puede optar por ejercer la disciplina desde distintas ópticas. Torrego (2008) señala tres estilos de afrontar la disciplina: autoritario, permisivo y democrático. Cabe destacar que estas perspectivas de disciplina no solo constituyen las normativas en los reforzadores o en los castigos, sino que también se ven reflejadas en la estructura de los cursos, su planificación, objetivos educativos, grado de participación de los estudiantes y en la comunicación del docente. Esto podría ser irrelevante pero  estas formas de disciplina siguen siendo actuales y son aplicadas como parte de modelos educativos, aún más, muchos docentes consideran la disciplina autoritaria como ideal para abordar los procesos educativos, por otra parte, en las familias se suele confundir la disciplina permisiva con una disciplina democrática, lo que orienta a la consecución de resultados equivocados. 


Ahora detengámonos en los estilos de disciplina ya enunciados:


A través de la disciplina positiva los niños desarrollan la autorregulación, la autodisciplina, la cooperación y habilidades para solucionar problemas, que van más allá de resultados momentáneos que se obtienen a veces del castigo y autoritarismo, ya que desarrollan “la capacidad de hacer lo correcto independientemente de si alguien está presente para ofrecer un castigo o recompensa” (Nelsen, Erwin y Foster, 2018, p. 21).

Entre las tres formas de abordar la disciplina propuestas por Torrego (permisiva, democrático, autoritaria) caben las interrogantes ¿Cuál es el tipo de disciplina desde el que se aborda la educación en su centro educativo? ¿Cree que la disciplina positiva puede ser una herramienta importante para cambiar aspectos clave de la persona? ¿Mi clase, mantiene un estilo de disciplina autoritaria, permisiva o democrática? La respuesta que hemos dado, sin duda, nos lleva a mirar los resultados de los procesos educativos que desarrollamos y cómo es la formación que damos a los estudiantes además de los conocimientos propios del currículo escolar.

Ahora revisemos algunas consideraciones relevantes de la disciplina positiva:

En la presentación podemos visualizar los criterios clave de la aplicación de la disciplina positiva, además de sus características, que muestran una educación humana que parte de la realidad - situación que se vive, pero de la cual se aprende para crecer y mejorar. Sin duda la disciplina positiva es un camino para una educación integral, una educación para la vida.

Educación positiva y disciplina positiva o asertiva tienen una muy estrecha relación, en sus objetivos y en sus principios, puesto que no solo ayuda a los alumnos a desarrollar un sentimiento de pertenencia, autodescubrimiento y autonomía, sino que también es garante del respeto mutuo, la resolución de problemas y la importancia de las habilidades sociales, lo cual brindará al alumno herramientas con efectos positivos a largo plazo (Nelsen, Lott y Glenn, 2013).

Desde este enfoque, se piensa en situaciones en las que todos ganan, donde la mediación es la principal herramienta, ya que sus objetivos fundamentales son promover actitudes positivas hacia los niños y adolescentes para aumentar su capacidad de autonomía y propiciar una convivencia de calidad dentro de un ambiente de trabajo dinámico en el aula. Es importante que se entienda la disciplina como enseñanza y medio de orientación hacia la regulación del propio comportamiento, negociando y asumiendo como válidos los límites que impone la convivencia en grupo, como una oportunidad para ejercer una educación cuidadosa, amable y no coercitiva con la finalidad de criar, educar y acompañar a personas capaces de convivir en comunidad y de expresar valores positivos.

Y usted ¿ Qué piensa sobre la disciplina positiva?