Salta al contenido principal
Página

Tema 4: Constructivismo socio-cultural

Un tema esencial en nuestro estudio y de revisión obligatoria es el constructivismo socio-cultural, principalmente por la gran influencia que ha tenido en casi todos los programas educativos, en la educación y la forma de abordarse, los roles que cumplen el docente, el estudiante, la comunidad y la familia, etc., influencia que no se limita a Latinoamérica sino que trasciende a gran cantidad de los países del mundo en los que la educación se aborda desde una perspectiva escolanovista, consecuentemente constructivista. En la concepción de educación actual, la forma de abordar y los fundamentos sobre los que se erige son indiscutiblemente constructivistas, con grandes aportes del  constructivismo socio-cultural de Vygotsky, de la mano del constructivismo cognitivo expuesto por Piaget, dos de las fuentes indiscutibles que aportan información de gran valor a la educación  contemporánea.

Un constructivismo de orientación sociocultural (constructivismo social, socio–constructivismo o co–constructivismo) inspirado en las ideas y planteamientos vygotskyanos. Precisamente, una de las contribuciones esenciales de Vygotsky ha sido la de concebir al sujeto como un ser eminentemente social, en la línea del pensamiento marxista, y al conocimiento mismo como un producto social; de hecho, Vygotsky fue un auténtico pionero al formular algunos postulados que han sido retomados por la psicología varias décadas más tarde y han dado lugar a importantes hallazgos sobre el funcionamiento de los procesos cognitivos.

Los procesos psicológicos superiores (comunicación, lenguaje, razonamiento, etc.) se adquieren primero en un contexto social y luego se internalizan, es decir que la persona aprende a hablar, por ejemplo, hablando y escuchando a partir de sus relaciones, su contexto, tal es el caso de que un niño que nace en Italia aprenderá a hablar italiano, el idioma que escucha, o uno que nace en Colombia (donde se habla español) hablará español, el contexto social influye fuertemente en cada uno de los procesos. Precisamente esta internalización es un producto del uso de un determinado comportamiento cognitivo en un contexto social. Uno de los ejemplos más conocidos al respecto es el que se produce cuando un niño pequeño empieza a señalar objetos con el dedo. Para el niño, ese gesto es simplemente el intento de coger el objeto. Pero cuando la madre le presta atención e interpreta que ese movimiento pretende no sólo coger sino señalar, entonces el niño empezará a interiorizar dicha acción como la representación de señalar. 

En palabras del propio Vygotsky (1978):

Un proceso interpersonal queda transformado en otro intrapersonal. En el desarrollo cultural del niño, toda función aparece dos veces: primero, a escala social, y más tarde, a escala individual; primero, entre personas (interpsicológica), y después, en el interior del propio niño (intrapsicológica). Esto puede aplicarse igualmente a la atención voluntaria, a la memoria lógica y a la formación de conceptos. Todas las funciones psicológicas superiores se originan como relaciones entre seres humanos. (p. 92-94).

Para Vigotsky el aprendizaje contribuye al desarrollo, es decir, es capaz de tirar de él; esta consideración asigna al profesor y a la escuela un papel relevante, al conceder a la acción didáctica la posibilidad de influir en el mayor desarrollo cognitivo del alumno. La interacción entre el alumno y los adultos se produce sobre todo a través del lenguaje. Verbalizar los pensamientos lleva a reorganizar las ideas y por lo tanto facilita el desarrollo. 

La importancia que el autor ruso concede a la interacción con adultos y entre iguales ha hecho que se desarrolle una interesante investigación sobre el aprendizaje cooperativo como estrategia de aprendizaje, y sobre todo ha promovido la reflexión sobre la necesidad de propiciar interacciones en las aulas, más ricas, estimulantes y saludables. En este sentido, el modelo de profesor observador-interventor, que crea situaciones de aprendizaje para facilitar la construcción de conocimientos, que propone actividades variadas y graduadas, que orienta y reconduce las tareas y que promueve una reflexión sobre lo aprendido y saca conclusiones para replantear el proceso, parece más eficaz que el mero transmisor de conocimientos o el simple observador del trabajo autónomo de los alumnos.  Juana Nieda y Beatriz Macedo. Op. cit., p. 4 lo anterior permite delimitar con claridad el rol del docente, no como un transmisor de conocimientos sino como un observador-interventor y que crea posibilidades, espacios y estimula el aprendizaje a partir de acciones significativas para el alumno, gestionando y proporcionando relaciones de calidad. 

Mario Carretero siguiendo a Vigotsky argumenta: “Básicamente puede decirse que es la idea que mantiene que el individuo tanto en los aspectos cognitivos y sociales del comportamiento como en los afectivos no es un mero producto del ambiente ni un simple resultado de sus disposiciones internas, sino una construcción propia que se va produciendo día a día como resultado de la interacción entre esos dos factores”.

Según la posición constructivista, el conocimiento no es una copia fiel de la realidad, sino una construcción del ser humano. ¿Con qué instrumentos realiza la persona dicha construcción? Fundamentalmente con los esquemas que ya posee, es decir, con lo que ya construyó en su relación con el medio que le rodea. Dicho proceso de construcción depende de dos aspectos fundamentales: 

  • De los conocimientos previos o representación que se tenga de la nueva información, o de la actividad o tarea a resolver.
  • De la actividad externa o interna que el aprendiz realice al respecto.

El factor social juega un papel determinante en la construcción del conocimiento, aunque este papel no es suficiente porque no refleja los mecanismos de internalización. Sin embargo, como la idea de un origen social de las funciones psicológicas no es antitética con la noción de construcción personal, sobre todo si se parte de un modelo bidireccional de transmisión cultural en el que todos los participantes transforman activamente los mensajes, podemos asumir que la construcción de los conocimientos supone una internalización orientada por los "otros sociales" en un entorno estructurado. 

De esta manera el constructivismo socio–cultural propone a una persona que construye significados actuando en un entorno estructurado e interactuando con otras personas de forma intencional. Este proceso de construcción presenta tres rasgos definitorios: la unidad de subjetividad–intersubjetividad, la mediación semiótica y la construcción conjunta en el seno de relaciones asimétricas.