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TEMA 2: LA FORMACIÓN DOCENTE COMO EJE PARA LA ESCUELA JUSTA Y DE CALIDAD


Un docente no puede estancarse, debe permanecer en constante formación y actualización, no sólo de sus conocimientos profesionales, sino de todas herramientas que le permitan ofrecer a sus estudiantes una educación justa y de calidad. 

Para Francesc Pedró, de la UNESCO, (2019) “la calidad de un sistema educativo nunca será superior a la calidad de sus docentes. Liderar la formación y el desarrollo de los docentes es la acción que mayor efecto tiene sobre la dirección escolar. Hay que dejar tiempo para seguir aprendiendo y planificar lo que queremos hacer”. (En el marco del 33º Diálogo de Educación organizado por la Confederación de Padres de Alumnos, COFAPA).

El modelo ChanGo, al ofrecer una educación alternativa para los estudiantes, necesita de docentes que no sólo estén formados en modelos pedagógicos alternativos, sino también motivados y dispuestos a llevarlos a la práctica.

Una reflexión interesante sobre la formación docente se cuestiona “¿Quién forma? ¿Quiénes son los responsables de formar a los niños desde la escuela? Los docentes. Entonces los docentes tienen que cambiar de actitud. Los agentes de cambio que van a transformar la sociedad son los docentes” (Grupo Focal 10), al respecto, puede preguntarse también, ¿Para qué se forma? ¿Cómo y cuándo se aplica lo aprendido?


La calidad de un sistema educativo depende fundamentalmente de la calidad de sus docentes. Esto no quiere  decir que se limita al docente, pero sí que está directamente relacionado con él. El profesorado es una de las claves de la consecución de una escuela justa y de calidad. Peña-Sandoval y Montecinos (2016) señalan que quienes están orientados por principios de justicia rechazan estereotipos y descartan la supuesta incapacidad del alumnado, reconociendo que las barreras están ya planteadas por un contexto sin oportunidades. 

Son necesarios equipos docentes que asuman su papel comprometido con la lucha contra las injusticias (García Pérez, 2016; Schugurensky y Myers, 2003). Es decir entonces que no se puede culpar a los estereotipos, bien marcados penosamente, ni a la idea errada de la incapacidad del estudiantado; la calidad educativa en lo que se refiere a lo pedagógico se dirige a tener docentes bien formados, comprometidos con los procesos, docentes que asumen retos y que están dispuestos a cambiar las realidades o la visión que de esta se tiene.

Es necesario que los docentes sean quienes faciliten el proceso de aprendizaje, guíen los pensamientos y comportamientos de sus estudiantes hacia construcciones de aulas más justas, con la responsabilidad de ser participantes activos en los procesos del aula, para modelar y demostrar prácticas democráticas y socialmente justas y facilitar oportunidades equitativas para todos los estudiantes de la clase. Mostrando lo que significa ser un miembro de una comunidad de aprendizaje democrática y abierta, los profesores pueden enseñar a los estudiantes cómo aplicar el concepto de justicia social tanto dentro como fuera del aula. (Keiser, 2016, p. 42)

Para conseguir una educación justa y de calidad, es necesario brindar a los maestros, herramientas y recursos para mejorar la forma de enseñar y guiarlos a una actualización continua en sus áreas de conocimiento. Una alternativa es proporcionar oportunidades de actualización y capacitación constante a los maestros, a través de cursos, talleres y programas de formación permanente, pero también fomentando la colaboración y el intercambio de experiencias entre los docentes, que resulta ser un enriquecimiento mutuo.

Por otro lado, se hace evidente la necesidad de una actualización en cuanto a metodologías activas, alternativas y de evaluación ya que ello permite que los estudiantes alcancen los aprendizajes o competencias requeridas, pero que a la vez  logren mantener sus motivaciones y tener relaciones estables de los estudiantes, sino que apunta a una mejora de la calidad global del sistema educativo, que aunque duela reconocerlo, aún mantiene muchas características de un paradigma tradicional y conductista de educación. En esta línea, el papel del docente se enriquece y las demandas de estos nuevos procedimientos reavivan habilidades creativas, reflexivas, analíticas y críticas que deben ponerse en marcha y cuya gestión, es mucho más motivadora que la clásica tarea expositiva donde el profesor es una fuente de conocimiento unidireccional.

Desde este planteamiento, nos encontramos con multitud de fórmulas metodológicas desde las que no solo avanza el alumnado, sino que el propio docente encuentra múltiples oportunidades de desarrollo cognitivo y profesional, al verse inmerso en diferentes escenarios con distintos tipos de requerimientos. 


Para Cárdenas Martínez (2019) “los escenarios de la sociedad del futuro están sufriendo continuos cambios y los docentes también están afectados por esta tendencia universal” (p. 219). Las competencias del docente han cambiado sino deben hacerlo, no es suficiente con ser un maestro, es necesario potenciar las capacidades de ser creativo e innovador en un siglo que demanda maestros creativos, atentos a las necesidades de los estudiantes, capaces de potenciar, generar ideas, soluciones que contribuyan al mejoramiento de la sociedad.

Cuando se propone un eje en el que se expone una escuela justa y de calidad, de forma inherente se habla de la necesidad de formar  docentes y un aspecto que no se debe dejar de lado es la creatividad, que en la educación es de gran importancia con relación a las innovaciones, al desarrollo del pensamiento, de los cambios curriculares, y a la actitud creadora de los docentes. Por tanto, se debe contar con ambientes creativos en los que se busque potenciar los procesos educativos, donde se motive al estudiante a investigar, explorar, conocer, aprender, profundizar y dar soluciones en las diversas áreas del conocimiento, aprovechando las posibilidades que ofrece el entorno.

Consideremos los siguientes aspectos de la formación docente.