La escuela no debe ser una isla, ajena a las
problemáticas de la comunidad, ni puede ser tampoco la fuente de la que emanan
la solución a cada problema que surge; sin embargo, sí que puede convertirse en
el espacio ideal de convergencia donde diversas entidades expongan, discutan y
aporten soluciones a problemas actuales, con una perspectiva de futuro.
Pensar a la escuela como ascensor social y ambiental
es reconocer el capital productivo que la misma genera, siendo fuente de acción
principal para permitir que los niños/as y jóvenes adquieran competencias
claves que les permitan su movilidad social y la transformación a nivel
familiar y comunitario.
En este mismo sentido, Blejer (1977) definió a la
movilidad social como la transición o paso del individuo de una posición social
a otra de diferente rango. A su vez, Biswas y Pandey, (1996) sostuvieron que es
el movimiento de las personas en un sistema social el que brinda cierto grado
de fluidez en la estratificación de clases.
Sánchez (1991), a su vez, distinguió a la movilidad
vertical como, el paso ascendente o descendente de una posición social a otra
de distinto rango, mientras que la movilidad horizontal la concibió como la
transición dada de una posición social a otra del mismo rango; la importancia
de esta última radica en que es un paso importante para preparar al individuo
hacia la movilidad vertical.
La política de acceso gratuito a la educación, en
muchos sentidos, se justifica precisamente para igualar oportunidades de
progreso social para todos sus miembros. Ruiz Muñoz (2012) dijo, al referirse a
esto: “la gratuidad y la obligatoriedad se revelan como dos condiciones
orientadas a fortalecer la construcción del derecho: ambas tienen carácter
reglamentario, son de aplicación masiva, responden a las políticas públicas
nacionales y apuntan a asegurar la asistencia a la escuela” (p. 41).
No obstante, aunque la educación puede acabar con la
transmisión de los ciclos de desventaja de generación en generación, también
puede reforzarlos. Esto queda demostrado al comprobar que las personas que
tienen los niveles de instrucción más bajos provienen de familias marcadas por
la desventaja social. (Gintis y Bowles, 1986; Young, 2000b). De ahí que sea
importante hablar de una justicia social en la escuela.
Siguiendo los postulados de Carneros (2018) una
escuela para la Justicia Social y Ambiental es aquella que realiza un
reconocimiento, una participación y una distribución justa desde un punto de
vista intrageneracional (equidad), intergeneracional (sostenibilidad) e
interespecies (animales y vegetales), propiciando a todo el alumnado dignidad
(libertad, autonomía y desarrollo pleno) y convirtiéndole en un agente de
cambio a través de una educación ambiental, crítica, democrática y equitativa
que le permita ser consciente y combatir las injusticias del sistema
(violencia, marginación, carencia de poder, explotación, imperialismo cultural
e insostenibilidad, entre otras).
De ahí que se propone a la escuela como un motor
social y ambiental. Desde cada uno de los espacios que el modelo ChanGo ha
propuesto se habla de forma directa o no sobre la capacidad de cada individuo
de transformar su espacio, su comunidad y su entorno, empezando por el
individuo (el yo) desde el autoreconocimiento para después ir a los demás (los
otros y el entorno) procurando así que, con las propias capacidades,
individuales y colectivas se aborden y propongan soluciones a problemas reales,
desde la gobernanza.
En ChanGo (2023), la gobernanza es un sistema de
gestión y acción para convocar a dar soluciones colectivas a problemas comunes.
Esta implica también la creación de tejido socioambiental que posibilite que
los seres vivos, los recursos naturales y el entorno en general prosperen
juntos. Desde esta propuesta la escuela es un espacio que brinda las
condiciones para que se cree un tejido social sólido con el que se haga un
aporte real al cambio que se necesita.
Una escuela como motor social y ambiental es aquella
que incentiva, motiva y forma para la justicia social y ambiental desde la
formación de personas justas, pero ¿Qué es la justicia social y ambiental?
Siguiendo la línea de ChanGo, pueden mencionarse una
serie de enunciados que ayudan a comprender el término de justicia desde una
visión más práctica, tal como lo expone Carneros (2018) en su tesis en la que
retoma una serie de autores y expone que la justicia se debe ver desde
perspectivas como:
Justicia
como distribución: busca la distribución de los recursos y
bienes de forma equitativa.
Justicia
como reconocimiento, busca un cambio cultural hacia el
respeto y reconocimiento de las diversidades culturales y la valoración de las
identidades de los alumnos, familia y comunidad.
Justicia
como participación, fomenta la participación de toda la
comunidad educativa en aspectos curriculares como en la organización y el
funcionamiento de las aulas y de la institución educativa.
Justicia
para el desarrollo de una vida digna, es decir
una escuela que garantice en sus estudiantes el desarrollo de las capacidades
plenamente bajo la libertad de participar y la capacidad de decidir.
Todo lo expuesto en estos puntos convergen en el
ideal de una escuela que fomente la participación desde la democracia, tanto
formativa como organizativa, que no solo permite, sino que además estimula la
participación de la comunidad que forma para la vida, desde la vida misma y
para la ciudadanía y que fomente el respeto hacia los otros como especie y como
formas de vida. Una escuela como motor de desarrollo social y ambiental es una
escuela que se funda sobre los pilares de democracia, justa distribución,
autonomía, respeto por la diversidad en todos los sentidos. Un motor de
desarrollo en cuanto a que lo fomenta y lo procura, es decir que no sólo lo
aborda de forma teórica sino en su cotidianidad, desde sus metodologías y sus
prácticas diarias procura la justicia y el respeto por la diversidad y la
transformación para mejorar la sociedad que se habita y de la que se forma
parte integral.
En conclusión, para el Modelo ChanGo, la escuela
hace que la educación pueda llegar a los miembros de los sectores más
vulnerados y permite que se acompañen los procesos educativos de los
estudiantes y su familia. Ya que, la educación brinda destrezas académicas y
habilidades sociales que buscan un acceso más directo a grandes espacios de
reconocimiento que promueven un ascenso social, sin olvidar el compromiso
ambiental.